Escribo en el tiempo que media entre el fin de la jornada de reflexión y el inicio de la jornada electoral. Pienso en que mañana a estas horas ya se habrá terminado el escrutinio y todos estaremos haciendo los balances y las interpretaciones. Unos para celebrar la victoria. Otros para explicar la derrota. Y entre unos y otros creo que habrá límites difusos de victoria y derrota que cada uno usaremos como arma de protección.
Pienso también en lo que yo espero.
En cierto sentido me gustaría que las urnas fueran una lámpara maravillosa, y que lo que yo espero pudiera formularlo en tres deseos al Aladdin que las habita.
En primer lugar le pediría que las urnas estuvieran llenas. Que todos y todas, hubiéramos ido a votar con responsabilidad y con alegría.
Aladdin escucharía también mi deseo de que el resultado fuera facilitador de la convivencia. Un número que permita que la mayoría ejerza, al tiempo que facilita que la minoría conviva. Un número que necesite de la palabra constante. Un número que no deje a nadie fuera, pero que tampoco obligue a nadie a camuflarse en un vestido de uniformidad.
Pediría, en tercer lugar, que las personas elegidas no fueran, ni simularan ser, «genios». Porque las urnas deberían servirnos para elegir a los mejores servidores de lo público. No son una oposición ni un proceso de selección profesional. Me gustaría que de ella salieran ciudadanos responsables, honrados y comprometidos; que vean el bien común siempre superior al beneficio individual, y sobre todo a su propio beneficio. Si además resultara que son buenos en aquello a lo que se dedican, antes y después de dedicarse a la política, mejor todavía.
Pero ellos no son los genios. El verdadero genio de las urnas, el Aladdin de la democracia, somos todos y todas los que votamos, y cuanto más todos, más seguros podemos estar de concedernos los tres deseos que nos llevan a un mejor gobierno y al gobierno de los mejores.
No perdáis de vista que el poder para cumplir mis tres deseos lo alcanzamos llenando todas las urnas, con todos los votos, de todas las personas.
¡Qué no falte el tuyo!