Vivimos en un mundo que necesita dedicar los días o los años a causas comunes. Así 2018 ha sido proclamado Año Europeo del Patrimonio Cultural. Recientemente, por ejemplo, hemos conmemorado el Día Mundial del Síndrome de Down, designado para aumentar la concienciación sobre las necesidades y capacidades de este colectivo. Como ésta, son muchas las fechas que a lo largo del año unen a la ciudadanía en voluntad, trabajo, compromiso y visibilización.
Sin embargo no existe en el calendario ninguna fecha dedicada a reconocer o estimular la participación femenina en el deporte, aunque estamos de acuerdo en que es necesario un compromiso firme, de administraciones y ciudadanía, para garantizar que nuestra sociedad mejora en cotas de igualdad en el deporte y en su visibilización.
En la práctica siguen existiendo multitud de estereotipos que actúan como freno a la incorporación femenina real en el mundo del deporte, de todos los deportes. Los ojos de la mayor parte de la ciudadanía están acostumbrados a ver deportes de hombres y deportes de mujeres; y los bolsillos que mantienen la actividad deportiva tienden a dejarse llevar por la misma mirada. Hemos llegado al punto del reconocimiento de mujeres valientes que han triunfado en distintas disciplinas, pero en el fondo se sigue considerando un atrevimiento su dedicación y hasta su éxito. Además, cuando una mujer alcanza el pódium por méritos propios, parece inevitable preguntarle por cómo lo combina con su vida personal, familiar o afectiva, cuestión que raramente aparece en las entrevistas post-triunfo de la otra mitad de la humanidad.
Esta es quizá la parte más visible de la participación femenina en el deporte y tiene el valor de ser ejemplarizante para la multitud de mujeres y niñas que, aunque nunca alcanzarán un pódium, están incluidas en la afirmación de la UNESCO de que “todo ser humano tiene el derecho fundamental de acceder a la educación física, la actividad física y el deporte sin discriminación alguna”, como afirma el artículo 1 de la Carta internacional revisada de la educación física, la actividad física y el deporte.
No cabe duda de que hemos avanzado respecto a nuestras madres y abuelas en la incorporación femenina a la práctica deportiva. Mucho ha tenido que ver la incorporación y el desarrollo de la Educación Física, desde edades tempranas, en contextos escolares mixtos y su papel relevante en la oferta de actividades de ocio infantil. En nuestras Escuelas Deportivas Municipales, en términos absolutos, la participación femenina es superior en edades tempranas, pero desciende de manera preocupante cuando nuestros jóvenes alcanzan la adolescencia. Esta realidad, junto a la existencia de escuelas con escasa presencia femenina, sigue siendo un motivo de preocupación y un estímulo para trabajar por una mayor igualdad en materia de deporte.
En otros ámbitos de la actividad deportiva también existe un amplio margen de mejora de la participación femenina. Podéis mirar a vuestro alrededor y a duras penas encontraréis mujeres liderando clubes y asociaciones deportivas, gestionando empresas o narrando, de manera profesional, la mucha actividad deportiva que se genera en Ciudad Real. Es cierto que hay algunas y que afortunadamente se incorporan más. Pero nos sigue quedando una gran tarea por hacer para que nuestros herederos (o sucesores) encuentren una ciudad que se pueda calificar de igualitaria en materia de deporte.
Por estas, entre otras razones disfrutamos cada año de unas “Jornadas de Mujer y Deporte”. En definitiva para que Ciudad Real tenga su tiempo dedicado a la participación de la mujer en el deporte. Y para que durante esos días nos carguemos de energía para seguir trabajando durante todo el año por la igualdad en el deporte.
Es claro que la concienciación sobre la justa igualdad entre hombres y mujeres se va abriendo paso de modo firme y definitivo, más seguramente lo que esta sociedad necesitaría, sería tener un mayor o mejor equilibrio entre una parte de la sociedad y la otra, respecto a las posibilidades de desarrollo en general. Aún existe demasiada población en umbrales de pobreza y de este modo, la cultura y la formación se hace más complicada para los que son siempre los que más sufren esas desigualdades. También es cierto que con personas como Tú, Nohemí, el camino, se va «allanando» y viendo más claro.
Gracias