Segundo de tres; del silencio a la palabra.
Y Dios me dio este lápiz,
y esta musa,
casi siempre dolor,
mueve mi habla.
Y transforma el silencio que me envuelve,
en multitud de voces y sonatas.
Y el puñal de mi pecho y mi garganta,
trasciende mi callar con sus palabras.
No es un elfo, ni un arte, ni una gracia.
Es milagro en mi ser
-hondo y sublime-
que riega mi silencio con palabras.