Se han suprimido en Castilla La Mancha unos ochocientos maestros de apoyo a Educación Infantil. Ha habido también ruido sobre la eliminación de las aulas de adultos (otra centena). Dos medidas más contra el modelo educativo existente.
Se justifican estas decisiones en dos argumentos repetidos incansablemente: la “herencia recibida” y la “calidad de la enseñanza”. Ninguno de ellos explica la agresión que la educación está sufriendo. La herencia recibida, entre otras cosas y aunque implique déficit, es también la de infraestructuras modernizadas y próximas; los principios de inclusión e igualdad de oportunidades como prioridad; la innovación y formación permanentes como garantía de mejora. La calidad de la educación se merma cuando se dilapida esa parte de la herencia reduciendo la educación al modelo decimonónico de grupo de alumnos, de cualquier tamaño, a cargo de un maestro, sin más exigencias o posibilidades de mejora metodológica, innovación, formación, evaluación, trabajo en equipo, individualización, …
Argumentan una calidad distinta a la soñada por padres y profesionales. Sus criterios, nada explícitos, se alejan de los estándares de calidad reconocidos en entornos internacionales de política educativa y en los propiamente pedagógicos.
Las últimas supresiones quizá sean eficaces para reducir el déficit, prioridad económica y presupuestaria de nuestros gobernantes; pero son absolutamente ineficaces para mejorar la calidad de la educación y conservar la herencia recibida.
Por cierto, tampoco parecen eficaces para luchar contra el desempleo.