Dejadme compartir este texto que acabo de reencontrar
en un cuaderno viejo y amarillento.
Por si el adiós no llega,
y el tiempo y la distancia nos separan,
déjame pronunciar, desde el silencio,
tan solo algún suspiro, entre palabras.
Déjame que te diga que he vivido,
hasta el último instante de jornada;
que no me arrepiento del camino,
y que guardo imágenes muy claras.
Déjame que te diga que no quise,
herirte a tí, ni aún dañar tu casa,
ni arañar la fachada de las cosas,
ni cambiar la apariencia de la nada.
Déjame que te diga que cultivo
el recuerdo en el centro de mi casa
y sigue floreciendo hacia adelante;
madrugaré a cuidarlo, tras mañana.
Déjame que te pida que perdones
lo que en mi tierra creció como cizaña,
y no arranques con ella el mucho trigo
que mi mano sembrara al trabajarla.
Déjame que agradezca tantas cosas
que asumí sin pensar que las amaba.
Incluso las que hirieron y dolieron
merecieron su tiempo y mi mirada.
Déjame que en momentos como éste
las lágrimas inunden mi mirada
y pretenda evitar la despedida,
o adelante el sabor de imaginarla.
Por si el adiós no llega,
y llega el tiempo
en el que compartir huele a distancia,
déjame recordarte dónde vivo,
déjame que me piense aún en tu casa.
Y si el adiós no llega
y el tiempo y la distancia nos separan,
déjame que no fuerce las palabras;
ya sabes lo que queda en mi mirada.